Sin embargo, tal y como él mismo comenta en la conversación que mantuvimos recientemente, tendemos a «parasitar» en los lugares en los que nos asentamos: es decir, tendemos a priorizar estar en el papel de receptores de estímulos y experiencias culturales y lo habitual es no preocuparnos nada o muy poco por lo que podemos aportar. ¿Pero para recibir no hay también que dar?
Con esta vocación por aportar cultura y no solo recibirla pasivamente, y en compañía de otros colegas profesionales afines a su proyecto y que también habían vuelto a Málaga en la pasada década – colegas como el saxofonista Ernesto Aurignac, el pianista José Carra, el saxofonista Enrique Oliver o el guitarrista Carlos Cortés –, Tete empezó su trayectoria educativa en 2011, primero con la formación de la Asociación de Jazz de Málaga (AJM), una iniciativa creada con el objetivo de facilitar que surgiera una cultura local de jazz con arraigo.
«El objetivo principal de la Asociación de Jazz no era programar conciertos de artistas de fuera, sino más bien reunir a músicos aficionados a los que les gustara el jazz y quisieran seguir formándose. El trabajo de la AJM siempre ha estado muy orientado a crear combos y crear música con ellos. El objetivo principal era didáctico. A veces conseguíamos traer a músicos reconocidos como Eric Alexander para hacer Masterclass y hacer así que los alumnos se motivaran aún más. Cuando lanzamos la primera convocatoria en octubre de 2011 acudieron más de 80 personas y los dividimos en diferentes combos. Quedábamos los domingos en la Escuela Municipal de Música de Alhaurín, ya que esta escuela nos cedía su espacio, y teníamos sesiones desde las 10:00 hasta las 14.00 y nos dedicábamos a formar a los músicos en cuestiones avanzadas como armonía y a montar con ellos repertorio. Todo de forma gratuita».
Más adelante, y tras una primera experiencia en llevar las riendas de la gestión de un centro educativo (la misma escuela de música municipal de Alhaurín de la Torre que le había cedido espacio los domingos a la Asociación) Tete decidió apostar por crear su propia escuela de música con el propósito de afianzar aún más esa incipiente escena local que había empezado a crearse en torno a la actividad de la AJM.
En 2014 Tete Leal fundó el Centro de Artes y Música Modernas de Málaga (CAMM), una escuela que nace con la misión de enseñar música con un enfoque alternativo al habitual en los centros de formación reglada. Esta Misión encuentra referentes previos en la labor de Joan Chamorro en el Taller de Músics y con la Sant Andreu Jazz Band en Cataluña, o en el largo recorrido que tiene en Valencia Sedajazz, colectivo al que se asocian nombres tan reconocidos en la escena de jazz en España como los de Perico Sambeat, Ramón Cardo o David Pastor.
Una de las claves más importantes de este proyecto educativo es comenzar por enseñar al alumno a escuchar la música y comprenderla de forma sensorial antes que de forma abstracta mediante notación y teoría musical. «La música es un lenguaje como cualquier otro lenguaje, y la música primero ha de entrar por el oído, no por la mente. Lo primero que hay que hacer es abrir los oídos y “poner las antenas” – comenta Tete en tono figurativo. – Lo primero debe ser escuchar. Hay estudiantes que están yendo al conservatorio y te das cuenta de que no están escuchando música y no saben escucharla. Esto les empobrece porque al final solo les llama la atención lo que han tocado antes. No es que tener conocimientos de notación musical o de teoría musical sea prescindible a la hora de formar a los músicos, sino que el orden establecido en la formación reglada no es el más natural y estimulante para involucrar de lleno al alumno en la música y activarlo como músico. Lo primero es escuchar y empezar a aprender melodías de memoria. Es decir, empezar por una escucha activa y una memoria activa musical. Dicho de otro modo, dar los primeros pasos con el instrumento tocando de oído».
Esta metodología tiene sus referentes en la realidad de la mayoría de los músicos que ahora son leyendas del jazz y otras músicas de origen popular. La mayoría de estos músicos han crecido en un entorno donde escuchar música ha sido lo primero, y donde aprender por imitación ha formado parte de su forjamiento como músico. Luego el que quiso y pudo completó su carrera aprendiendo las cuestiones formales cuando de facto ya se podían ganar la vida tocando de oído.
Tete Leal nos confiesa que en el momento en el que arrancó la actividad del CAMM el alumnado era mayoritariamente joven y adulto, con menor capacidad de atracción del público infantil que en muchos casos no está familiarizado con el jazz y depende además de las decisiones de los padres, que siguen teniendo como principal referente educativo los conservatorios de música o las escuelas privadas equivalentes. Sin embargo, el futuro de la escuela pasa por conseguir mayor alumnado infantil, que es un público más fiel y con quienes se pueden crear proyectos a largo plazo y a través de su formación, elevar también el nivel cultural a nivel local.
Una de las dificultades con las que se encuentra el proyecto es que a menudo, tras preparar a muchos estudiantes para los estudios superiores de grado, éstos se marchan a las otras ciudades españolas con mayor reputación para los estudios superiores de música, ya que, aunque ahora sí se puede estudiar el grado superior en Málaga, le faltan especialidades y por tanto no es tan atractivo para un estudiante ambicioso. Por eso mismo, es también poco habitual que Málaga sea el destino de estudiantes de otras ciudades. Esta carencia se esperar conseguir superar en el momento en que el CAMM consiga estar homologada para dar el grado superior en música moderna, otro de los objetivos próximos que se ha establecido la escuela y que esperan que ayude a consolidar mejor la cultural local de jazz ya iniciada con la labor de la AJM y el CAMM.
Otra carencia inicial que encontraron para que el proyecto consiguiera arraigar con éxito y atendiera a su propósito, era la falta de un ecosistema local de espacios en los que tocar y encontrar a un público entusiasmado. Los locales con cierta andadura en décadas pasadas, como el Onda Pasadena o el Barbacoa Jazz ya no existen.
Esta carencia sin embargo la ha estado cubriendo la propia escuela creando sus propias citas a través de su «club de jazz», que tiene su espacio físico propio en el salón de actos de la escuela; también con la colaboración con el Clarence Jazz Club de Torremolinos, o con la aparición de nuevos espacios, iniciativa de antiguos alumnos que comparten el proyecto de crear una cultura local de música en directo, como es el caso de The Hall, un local con solo algunos años de vida y que se ha convertido en el espacio más asiduo para que los profesores y alumnos del CAMM hagan música en directo en Málaga. Además del Clarence y The Hall, la propia escuela va generando lazos y creando colaboraciones con otros espacios culturales e instituciones como el Museo Thyssen de Málaga, el Ayuntamiento de Málaga o la Diputación Provincial.
Pero el rol educativo del CAMM no se limita a su propia sede ni a las colaboraciones institucionales. «Actualmente colaboramos creando talleres con diversos colegios en la ciudad de Málaga. Y tenemos un proyecto que se llama «El Movimiento» con el que damos becas para estudiar en la escuela a niños y niñas en riesgo de exclusión social y donde colaboran Cruz Roja y Fundación Málaga».
Además de su rol educativo, el CAMM es «también un lugar donde se desarrollan labores de creación y producción artística; un ejemplo de esta labor es el proyecto que hicimos para inaugurar el XXVIII Festival internacional de Jazz de Málaga con una producción propia, «Un viaje hacia el Jazz» en la que participaron profesores y alumnos, obteniendo un lleno absoluto en el Teatro Cervantes de Málaga.»
El futuro de esta escena y ecosistema incipiente que en Málaga tiene su centro de gravedad en la labor educativa y productora del CAMM y la AJM pasa por conseguir el arraigo de los músicos de talento que se forman allí y por poder atraer a estudiantes de fuera, facilitando así el intercambio y la actividad que ahora son propias de las ciudades con mayor trayectoria en este sentido: Barcelona, Madrid y otras muchas capitales europeas. Y para moldear el futuro hace falta un ideal, un lema, y en este caso el CAMM tiene el suyo propio: «La fortaleza de un pueblo está intrínsecamente relacionada a la cultura de sus gentes» y en esa cultura también tienen cabida el jazz y otros géneros híbridos que trascienden etiquetas, en definitiva la misma «música moderna» que da nombre a esta institución.